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  • Foto del escritorJulia Pino

Cuando la cultura se convierte en entretenimiento

Actualizado: 27 jul 2021


"Vivimos tiempos en los que se desactiva la potente herramienta de pensamiento, identidad y creatividad que es la cultura asociándola al ocio y entretenimiento e instrumentalizándola" leí en un artículo de David Ruiz, titulado Cultura y entretenimiento. Acerca de semántica y políticas culturales cortoplacistas.


Pensé en la relación entre la cultura y el ocio, y qué esperamos cuando consumimos productos culturales, ¿desconectar o reflexionar? Y con más razón: qué da más dinero, ¿el entretenimiento o la cultura?. "Ahora parece que el derecho a la existencia de cualquier actividad se mide por su rentabilidad", resonó en mi cabeza el texto escrito por Arantxa Vela Buendía.


Julia. Centro de Arte Contemporáneo de Málaga (2019).

Reflexionando sobre el binomio cultura y entretenimiento, recurro a Mario Vargas Llosa, quien escribió el libro "La civilización del espectáculo" desde una profunda convicción: hoy en día, la Industria Cultural es, a su vez, la Industria del Entretenimiento.


Pero, ¿por qué es tan dañino vincular el entretenimiento a la cultura?. Vayámonos al DRAE para aclarar esta disfunción:

Entretener:

  1. Distraer a alguien impidiéndole hacer algo.

  2. Hacer menos molesto y más llevadero algo.

  3. Divertir, recrear el ánimo de alguien.

  4. Dar largas, con pretextos, al despacho de un negocio.


Sí, ya ha quedado claro: el entretenimiento difumina los problemas y la cultura los expone. En este contexto confuso, donde la cultura es otra cosa que todavía no sucede, añadámosle la escasez de políticas culturales y la tendencia mercantilista de los medios de comunicación de masas...


"Hay que hacer algo", me digo. El acceso a la cultura es un derecho constitucional, qué nos pasa que no nos duele esto, quizás estemos entretenidos con otra cosa. Quizás no convenga formar a una ciudadanía con un espíritu crítico, con una sensibilidad por las artes y capacidad reflexiva. Quizás no les convenga a los gobiernos, ni a la política, ni al mercado, ni a las industrias. Quizás solo nos convenga a nosotrxs.


En una ocasión, entrevisté a Isabel Bellido, periodista cultural especializada en literatura. Al preguntarle por el futuro de su oficio, contestó: "Si las cosas no cambian corre el riesgo no de desaparecer, sino de transformarse en otra cosa mucho peor: más acelerada, más superficial, más tonta, en definitiva".




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