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  • Foto del escritorJulia Pino

La política en el arte

Actualizado: 9 nov 2020


La teórica cultural Nelly Richard propuso que lo político en el arte se basaba en su reflexión acerca de su entorno social. De este modo, se consideraría que el arte es crítico por naturaleza ya que parte de una revisión de su contexto (Capasso, 2015).


Desde este punto de vista, el arte siempre debería decir algo y configurarse en torno a unas ideologías y propuestas desde el individuo social, el artista. La práctica artística se concibe entonces, como la producción de artefactos culturales que reflejan la realidad y, por lo tanto, estos están imprimidos de significación. Pero esta noción de representación no solo está vinculada al arte, sino también a la política.


Dos formas puras de arte

Es por eso que, para analizar las distintas formas en las que la obra de arte se vincula con su contexto, tendremos en cuenta la siguiente consideración: el arte tiende a calibrarse desde su distancia o cercanía con la realidad (Isava, 2018). Distinguimos pues dos vías puras de arte, aunque estas pueden entremezclarse dando multitud de formas de pensar en la relación de política y arte. De hecho, la significación de una obra de arte una vez separada de su contexto puede transformarse.


Las obras hijas de su tiempo

En primer lugar, las obras artísticas que son hijas de su tiempo. Su fórmula más característica es la de evocar una situación política concreta y enfatizar una problemática a través de la expresividad, partiendo de recursos formales, materiales y procedimentales del arte.

Dentro de esta primera distinción, destacamos el ejemplo de la obra del Guernica de Pablo Picasso. Recurrimos a sus testimonios para justificar la relación entre el procedimiento que sigue la obra arte y la realidad política y social que rodea al artista. En este caso, los materiales, las formas, el contenido, el uso de los recursos simbolistas están íntimamente reunidos para plasmar una problemática y situación política concreta. Aunque Picasso distorsiona la realidad, la obra sigue ligada a su contexto, partiendo desde la percepción del entorno.


Las obras que generan nuevas realidades

Por otro lado, tenemos los artefactos culturales que no se adscriben explícitamente a una tendencia representacional. Esta forma artística busca efectuar una política más radical sin responder a una urgencia contextual. Su objetivo es poner en duda la manera en la que asimilamos las cosas. Para ello, recurre a un plano más complejo: el del receptor, a cómo este toma como experiencia transformadora la percepción de los artefactos culturales.

Esta tendencia artística persigue un cambio en el espectador, en su manera de percibir, ver, entender y pensar. Esto provoca una incertidumbre en el espectador que reacciona ante un nuevo espacio material y simbólico. Es decir, el arte no es político porque comunique un modelo o contramodelo, sino porque genera nuevos esquemas de percepción que reformulen otras formas de pensamiento y acción. De este modo, la obra de arte se apoya en una política estética y en la experiencia sensorial.


¿El arte es útil?

Una vez llegados a este punto, podemos afirmar que existe un tipo de arte que busca una reacción o, al menos, una reflexión por parte del consumidor o emisor. Este actúa entonces a nivel social y, por tanto, político; pero, ¿qué requisitos debe cumplir una obra de arte para ser útil?


Según Álvarez Miranda, para que el arte sea útil a nivel social, basta con su existencia y que esta posea un nivel alto de calidad estética. Si cumple estos dos requisitos, la obra de arte servirá a lo político por esencia. Esto quiere decir que los principios y experiencias pertenecientes al artista, hacen que sus obras proyecten las realidades sociales comunes a su entorno, sin que ello signifique la devaluación de la calidad estética ni de la acción artística en sí.




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